martes, 8 de enero de 2019

La nueva centralidad y el Proyecto Urbano como herramienta predilecta de Urbanismo


Esta entrada está dedicada a Julio, Andrea y Joel, talentosos diseñadores, quienes a petición mía hicieron todo lo posible por incluir mi participación en el concurso, por lo cual les quedo enormemente agradecido. No se pudo salvar la distancia y los tiempos lo que lamento profundamente.  



La nueva centralidad y el Proyecto Urbano como herramienta predilecta de Urbanismo

El concurso de nueva centralidad es sin duda una gran iniciativa, porque fomenta el potencial joven que se muestra con un enorme compromiso para pensar el desarrollo urbano. El resultado es, por donde se lo mire, un tremendo esfuerzo con un aún mayor innegable éxito por las propuestas presentadas, sobretodo dadas las circunstancias de caos social. Adicionalmente sé que gente muy competente ha estado y está involucrada directa e indirectamente con esta compleja tarea, por lo que es ya un logro. Por esto mismo resulta antipático hacer una crítica (acaso una propuesta) sin embargo una reflexión, a mi parecer necesaria.  




El gobierno autónomo de la ciudad de La Paz ha tomado el concepto de nuevas centralidades como nuevo modelo urbano de desarrollo en un intento de ordenar y administrar el territorio paceño y sobre todo para descongestionar las actividades del centro y descomprimir la urbe. Para esto ha implementado recientemente el concurso de centralidades urbanas que busca recolectar iniciativas urbanos multidisiplinares para las subalcaldías de San Pedro, Obrajes y Villa Fátima y ahora en su segundo ciclo se ha ampliado con concursos para subalcaldías de Max Paredes y Mallasa. Las bases del concurso establecen conformar equipos de cooperación entre estudiantes, docentes y profesionales de diferentes áreas e instituciones del interior del país (por eso multidisciplinar) en los que se ha priorizado (de forma consciente o no) el proyecto urbano como herramienta principal para generar las nuevas centralidades.

La forma en la cual se ha presentado el nuevo modelo de nuevas centralidades y los concursos respectivos se han desarrollado de forma muy bien organizada: con un video explicativo sobre la visión de las nuevas centralidades narrado por el mismo alcalde, plataformas virtuales muy claras y con una difusión importante, adicionalmente los proyectos de dicho concurso se han estado dando a conocer de forma pública y también han habido momentos oportunos para la participación ciudadana.


El gobierno autónomo apuesta por el proyecto urbano como generador de nuevas centralidades, no sólo porque es una gran oportunidad para la restauración del urbanismo como práctica, que ha estado más o menos ausente en las últimas décadas en nuestro medio, en la construcción de la ciudad, sino también porque es un escenario ideal para la producción y propuesta de ideas. Por esto y porque el gobierno municipal se abre, resulta muy valiosa la convocatoria del concurso. Ahora encuentro mucho más valiosa esta competencia, como un concurso de ideas a partir del ejercicio para el proyecto urbano, que como propuestas multidisciplinares de urbanismo. La realidad es que el proyecto urbano ha pesado mucho más que la multidisciplinaridad o la visión urbana. El proyecto urbano ha opacado la vocación multidisciplinaria de urbanismo con la que el concurso se divulgaba.

El proyecto urbano normalmente responde a la visión urbana, es decir a un plan maestro, a un plan estructural, a un plan metropolitano, territorial, etc. El Plan Integral La Paz 2040 es precisamente esto y este contiene más de una docena de proyectos urbanos a ser desarrollados: centros de acopio, centro faeno metropolitano, centros de control, albergues sociales por nombrar algunos, con enorme potencial de ramificación para el desarrollo urbano. Pero por alguna razón el concurso no apuntaba a estos proyectos urbanos que se definen en su Plan Integral 2040, sino a visiones para las nuevas centralidades urbanas. Pero el resultado termina siendo una serie de proyectos urbanos, que no dejan de ser interesantes como proyectos urbanos, pero que no coordinan entre sí ni con la visión del plan y tampoco dan lugar para reimaginar las nuevas centralidades porque los lugares para la nueva centralidad ya estaban asignados de antemano, limitando así alguna nueva interpretación del espacio urbano. 

Parecería que tenemos las cosas al revés, más aún cuando el Plan Integral 2040 no da muestras de mostrarse como un plan urbano sino como una estrategia de planificación, al no contar con mapas que clarifiquen las cualidades espaciales de lo que se habla y se propone. Es difícil saber cómo será la ciudad de La Paz a futuro (por lo menos en esta versión http://www.bivica.org/upload/plan-integral-La-Paz.pdf) en términos de calidad de espacio.
El ejercicio de un urbanismo claro responde, fundamentalmente a la pregunta ¿Qué tipo de ciudad se aspira a ser, tomando en cuenta los problemas actuales, en términos de espacio y tiempo? Esta pregunta se responde mejor en el ODS (objetivos de desarrollo sostenible del GAMLP http://sitservicios.lapaz.bo/sit/ods/ods_gamlp.pdf) que apunta al desarrollo sostenible de la ciudad, como meta, que termina siendo menos abstracta por la calidad del documento, pero igual sin definición espacial.

Para efectos de comparación e ilustración de lo que quiero decir con definición de la calidad del espacio urbano y visión dejo el link del plan maestro de Sao Paulo (https://gestaourbana.prefeitura.sp.gov.br/wp-content/uploads/2015/02/Master_plan_english_version.pdf) , es cierto que uno puede equivocarse pero aquí si se traduce el concepto en una aspiración espacial clara. Dejo otro ejemplo el de Amberes (https://www.antwerpen.be/docs/Stad/Stadsvernieuwing/9746949_urbandevelopment_English.pdf)

Volviendo al concurso, el problema de las propuestas, si es que llegaran a materializarse, es que son proyectos urbanos que no están en coordinación, porque el concepto de la nueva centralidad queda un tanto abstracto y a menudo se confunde el diagnóstico con la aspiración en términos discursivos.
Resulta demasiado conveniente que la nueva centralidad coincida con la subalcaldía. Las centralidades rara vez están definidas por el lugar de los centros administrativos. El centro administrativo sigue a la nueva centralidad y no al revés; es decir primero existió la zona sur y luego la necesidad de crear una subalcaldía de la zona sur. Lo mismo para el El Alto; primero existió la ceja y luego hubo la necesidad de convertir el asentamiento en nuevo municipio. Al mismo tiempo las centralidades urbanas quedan un poco sin definirse claramente; ¿Qué definimos como una centralidad? ¿Es esta definición cualitativa o cuantitativa? ¿Son las subalcaldías las centralidades existentes o son las nuevas centralidades? (Yo pienso que no son ni lo uno ni lo otro) ¿Cuáles son las subcentralidades? Desde mi punto de vista las centralidades de la ciudad de La Paz, para bien o para mal, están dadas por sus nodos, no así por sus “células”barrios o distritos. Por ello el nodo San Francisco tiene mayor jerarquía que la plaza Murillo y el centro histórico, lo mismo con la zona Sur los nodos de San Miguel, Irpavi (ahora con la estación de Teleférico) tienen mayor tendencia gravitatoria para la concentración de servicios. Paralelamente (y lamentablemente quizás para algunos) Obrajes no resulta ser una centralidad celular, tampoco el centro histórico. Hablo de centralidad celular porque esta parece ser la definición espacial más próxima al modelo urbano que tiene la gobernación en mente. (Sospecho que se quiere emular distritos celulares descentralizados como el Poble Nou en Barcelona, Montmartre en Paris o Spitafields en Londres, que son los arquetipos de referencia para el modelo descentralizado en densidad ¿?.)  

Entonces en nuestro medio, es la organización administrativa la que quiere alcanzar al crecimiento de la ciudad y no al revés (claramente puede ser al revés ejemplos de nueva centralidad como Canary Wharf en Londres, La Defense en París son proyectos muy ambiciosos). Asimismo, la escala de las subalcaldías no alcanza para generar nueva centralidad. Y ya que menciono a El Alto, afirmo que esta es la nueva y factual centralidad. Gran parte de los problemas de La Paz incluida su congestión, ocupación y compresión se resolverían si se invertiría en una mejora significativa de los servicios, infraestructura y calidad del espacio público de esta “ciudad”. Es más, cada vez que mencionamos a La Paz en términos urbanos deberíamos pensar inexorablemente en el estrecho vínculo de La Paz/El Alto. 


Una nueva centralidad sería, por ejemplo, pensar en un proyecto de gran escala para Viacha. Un centro tecnológico y de preparación técnica de energía renovable, en un esquema de asociación privado-público que cuente con nueva vivienda, espacio público, transporte y que comprometa inclusive a la Gobernación y al desarrollo sostenible del ODS. Es por supuesto una idea absurda al azar que carece de prioridad, pero que tiene una especificidad espacial con la escala urbana, y no está definida por un oportunismo administrativo. Pero fundamentalmente ilustra el punto de que a menudo utilizamos herramientas de la Arquitectura para alcanzar la propuesta urbana. 

 Sobre este asunto veo en muchas propuestas elementos de un proyecto urbano con ciertas capacidades de ramificación y con capacidad de desarrollarse aún más para alcanzar la propuesta y escala urbana; algunas propuestas se vuelcan por profundizar la reconfiguración del transporte, otras por la valorización del paisaje, otras por el potencial ecológico de algunas prácticas cotidianas rural-urbana, otras por reconocer las actividades públicas como recurso del espacio público, alguna inclusive por la reconducción hacia la energía renovable, alguna hacia el manejo del agua (lo cual particularmente me entusiasma y me gustaría conocer más), ninguna hacia la innovación social lo cual entiendo pero me conflictúa por la condición interdisciplinar de los equipos y por el peso de este enfoque en nuestro medio y ninguna hacia el tratamiento de la basura que en mi opinión era fundamental para el área de Mallasa.  

Por otro lado encuentro muchas (yo diría la mayoría) aún confían en la implementación de infraestructura, y de alguna forma se asume que la solución no va por que se haya construido ya demasiado, sino porque aún no ha sido suficiente. Parece persistente querer resolver el problema urbano a partir de plantearlo como un problema de diseño Arquitectónico. Y si lo pienso detenidamente no es tema de las propuestas, sino que el concurso está planteado como un problema de Arquitectura.

“La ciudad ya no tendrá uno o dos centros que concentran las actividades sociales, comerciales y los servicios, como ocurre ahora, sino 12 centralidades que permitirán a los ciudadanos acceder a servicios, hacer trámites municipales, gubernamentales y judiciales, y resolver sus necesidades de manera inmediata, sin la necesidad de recorrer kilómetros y kilómetros” [L.Revilla, 2018]
Sigo pensando que este concepto (que no es descartable por ningún lado) describe mejor y tiene mayor afinidad y alcance para resolver los problemas de El Alto.

 Lo que ha pasado es lo siguiente: la multidisciplinariedad ha tapado los vacíos del urbanismo en el ODS y el plan integral La Paz 2040, y el proyecto urbano ha tapado la participación de la multidisciplinariedad en los concursos. Por ello hay una carencia en la especificidad y calidad espacial de la escala urbana, y una saturación de la misma por el desmedido énfasis en la escala del proyecto urbano.

Al parecer La Paz/El Alto es ya es un asentamiento urbano policéntrico, los problemas fundamentales de esta urbe no tienen que ver necesariamente con una cuestión de forma, aunque bien reconozco podría ésta disparar y desencadenar otros procesos de desarrollo, pero definitivamente no pueden ser resueltos exclusivamente a partir del Proyecto Urbano, por lo menos no en nuestro contexto. Sobretodo si continuamos sistemáticamente negando quizás los problemas más urgentes y evidentes de la ciudad que están en relación a la ocupación, el desempleo, la contaminación, el deterioro de suelos, la deforestación, la degradación ambiental, la pérdida del espacio abierto, la fragmentación del espacio público, la inequidad de accesibilidad, el crecimiento acelerado, la escasez de agua y energía. Más allá de los desbalances y/o desatinos de la práctica oportuna y asertiva del urbanismo, la meta final de este es su cualidad reflexiva e investigativa. La herramienta fundamental del Urbanismo no es el Proyecto Urbano es el diseño crítico para la investigación. El diseño al fin y al cabo es una herramienta para poder pensar y actuar sobre el problema.     

jueves, 29 de marzo de 2018

La Paz: De los ríos a las alcantarillas y de vuelta hacia el agua



Retomando la premisa, de la aleatoriedad frente al crecimiento acelerado de las ciudades latinoamericanas, la ciudad de La Paz- Bolivia, con casi 800,000 habitantes, se encuentra entre las ciudades que ha corrido con algo de mejor suerte; en parte porque la ciudad de El Alto[1], su ciudad hermana, ha absorbido evidentemente gran parte de los efectos negativos de este crecimiento esporádico. Pero fundamentalmente por encontrarse asentada en un complejo sistema de ríos y valles mediadores entre el Altiplano y la Cordillera Real, que han condicionado su crecimiento. Este aspecto natural ha hecho que el tejido de la ciudad no sea disperso, que es más bien compacto y continuo, que se generen bolsillos de espacios abiertos y vistas libres y que la escala humana no se subordine al automóvil, por lo menos en términos de proporción del espacio, y finalmente que se generen empíricamente pequeñas centralidades[2] por lo que los servicios no se encuentran completamente inaccesibles.




Exploración gráfica que investiga las relaciones entre el asentamiento y suelo de los valles de la ciudad de La Paz. (Fuente: Manuel Aliaga 2015)

Asimismo, la ciudad de La Paz ha ganado especial notoriedad en los últimos años no sólo por ser reconocida en 2014 como una de las siete ciudades maravillosas (New 7 Wonders Cities [3]), sino también por sus llamativos proyectos, concebidos e implementados por el Gobierno Autónomo de la ciudad y el Gobierno Central, tales como las Cebras de tráfico; jóvenes educadores urbanos de óptimas conductas viales disfrazados de cebras que trabajan en la ciudad desde 2001, y el exitoso proyecto de Barrios de Verdad que ha sido replicado en Guatemala, que es un proyecto de transformación y mejora masiva (settlement upgrading) en 80 áreas relegadas de la ciudad desde 2005.


Pero sobretodo, la ciudad de La Paz ha llamado la atención por intentar alcanzar en poco tiempo las novedosas prácticas urbanas de transporte en Sudamérica, siguiendo el ejemplo del Metrocable, implementado en Medellín en 2004, que es reinterpretado y ampliado bajo el nombre de Mi Teleférico, inaugurado en 2014. O el Transmilenio bogotano en funcionamiento desde el año 2000, como ya una versión actualizada de la visionaria Rede Integrada de Transporte de Curitiba de 1974, que en La Paz opera desde el 2014 y recibe el nombre de PumaKatari.  

Más allá de los notables cambios del espacio urbano y la modernización del transporte, estas acciones logran, sin estar enteramente consciente de ello al ser en su mayoría buenas reproducciones, incluir a una población desfavorecida porque en esencia estas estrategias buscan revertir los efectos de la marginalización, permeabilizando las áreas bien servidas, al mismo tiempo que mejoran y conectan las áreas menos servidas, dignificando a un usuario que deja de ser el privilegiado automóvil.

En la ciudad de La Paz estas acciones, que bien podrían llamarse urbanismo de desarrollo (development urbanism) si el campo del urbanismo no hubiera estado al margen de todo este proceso debido a que las ideas provienen de la autoridad pública, han transformado de manera significativa toda la dinámica de la urbe. También en este sentido, se ha corrido con suerte, replicando estas alternativas oportunamente, aunque sin saber a cabalidad para qué sirven y lo que hacen. Sin embargo la carencia de herramientas para leer y reconocer los problemas genéricos y específicos de la ciudad de La Paz no puede prolongarse por demasiado tiempo, pues la suerte se agota.

Las últimas acciones sobre la ciudad evidencian una carencia de visión de mayor amplitud, entendida tanto en el sentido de anticipación como en el sentido de observación y asimilación del contexto urbano, que además permita orquestar las importantes acciones llevadas a cabo en este crucial momento. Más aún lo más notorio en este período de grandes y notorias intervenciones, de lucidez y operatividad institucional, que además propone un prometedor escenario de renovación de la planificación urbana, es que se ha ignorado sistemáticamente quizás el mayor problema de la ciudad: el agua.   

Los ríos invisibles

Con el sostenido crecimiento tanto de la población como de la expansión urbana en la metrópoli Andina, el asentamiento enfrenta problemas inertes a la cantidad y calidad del agua, en torno a su producción y consumo. La ciudad de La Paz, no cuenta con un tratamiento de aguas residuales y la planta de tratamiento que opera en El Alto no consigue evitar la contaminación y daño a los cuerpos de agua de sus respectivos ecosistemas[4], al mismo tiempo, la accesibilidad al agua potable y su producción sustentable se mantiene como un desafío para ambas ciudades. Con el objetivo de conseguir un 100% de cobertura del servicio para el año 2036, planteado por el Ministerio del agua[5]  se hace necesaria no sólo una actualización de la infraestructura, sino un análisis y replanteo del sistema y sus flujos desde la sustentabilidad y desde el crecimiento urbano y su relación con el manejo del agua. Especialmente en vista de los acontecimientos de escasez experimentados en noviembre 2016, donde más de 94 barrios de la ciudad sufrieron cortes y racionamiento del suministro de agua potable, producto de una significativa reducción de agua en las reservas, durante un periodo de la temporada de sequía extendido. 

Por otro lado, de acuerdo a reportes oficiales, se han registrado al menos 50 deslizamientos significativos en los últimos 40 años[6] en la ciudad de La Paz. Y así, como la más notoria característica de la ciudad de La Paz son sus pendientes, son estas mismas las que contienen más de 300 ríos y riachuelos en su lecho,  que son negados en su condición natural para ser domesticados y contaminados debajo de bóvedas y canales que, sumados a la topografía de la ciudad, la rápida urbanización que ésta experimenta,  las intensas precipitaciones, como parte del fenómeno del Niño[7] y las irregulares temporadas de lluvia producto del cambio climático, convierten este centro urbano particularmente frágil dentro la región.
En este contexto, la conciliación con la hidrología, como característica fundamental del paisaje, ha permanecido invisible no sólo por el despojo de su condición natural, pero fundamentalmente por su sistemática negación y la falta de asimilación de su presencia. Sostenida en esta observación, el principal planteamiento de este trabajo, concibe esta menuda red de ríos y riachuelos como una oportunidad, tanto para revalorizar este aspecto esencial del paisaje, a menudo pasado por alto, como una oportunidad para solucionar los problemas relacionados con el agua y para re-imaginar la ciudad.


Exploración gráfica que investiga las relaciones entre los ríos y el suelo de la ciudad de La Paz. (Fuente: Manuel Aliaga 2015)

Para el territorio la problemática del agua se centra en el desequilibrio, y contradicción, de experimentar sequías en sus reservas y contar con mayores volúmenes de agua, que al mismo tiempo provocan eventos adversos y sobrepasan las infraestructuras hidráulicas en época de lluvia, no pudiendo tener control directo sobre dicho recurso y no pudiendo identificar el problema del agua de manera integral.

Esta notable contrariedad yace en observar cómo la inicial fuente de agua potable de la ciudad ha sido reducida drásticamente en sólo un par de años, mientras durante la temporada de lluvia el volumen de agua sobrepasa en gran medida la infraestructura construida. Este despropósito habla sobre el fragmentado manejo de agua que se ha venido practicando en los últimos años, el cuál ha sido evidenciado claramente por el cambio climático. Éste ha transformado el origen de las reservas de agua de la ciudad, en la actualidad sólo 35% proviene de deshiles de glaciares tropicales mientras el 65% viene de precipitaciones pluviales[8], la pregunta es; si la fuente del sistema de abastecimiento ha cambiado, por qué no ha cambiado el sistema. En este escenario se hace urgente reformular una mirada de la hidrología de la ciudad, que permita pasar de la domesticación hacia la asimilación y de vuelta hacia un manejo contextualizado y asertivo. 

De los ríos a las calles y de vuelta a las quebradas.

En la ciudad de La Paz, el río Choqueyapu y sus tributarios, han desempeñado diversas funciones a través de la historia. En el periodo colonial, el río fue más que una barrera natural para separar la ciudad española de la ciudad indígena, su nombre se traduce en Señor del oro[9], por lo que se asume que en este lugar se lavaba oro incluso antes de la fundación de la ciudad en 1548. Sin olvidar el acontecimiento en la historia de la ciudad que mejor visibiliza la relación entre la ciudad y el agua; la inundación premeditada durante el cerco a la ciudad española de La Paz, como parte de la rebelión indígena en 1781.

A lo largo de la historia de la ciudad, rápidamente se erigieron infraestructuras sobre los ríos, siendo los puentes una práctica inicial que gradualmente se convierten en canales, bóvedas y calles. Desde entonces los ríos han sido utilizados por defecto como el sistema de drenaje, función que permanece en la actualidad una vez después de estar notoriamente contaminados, se los canaliza y finalmente se los emboveda para abrir espacio frente a la expansión urbana.

El río Choqueyapu como principal río de la ciudad de La Paz, es el caso más notable de esta práctica, donde la mayor consecuencia es su extrema contaminación. Durante su trayecto el río recoge las aguas sin tratamiento de una remanente zona industrial, de gran parte de la ciudad y recoge a su vez tributarios que desempeñan la misma función de alcantarilla. De acuerdo a la agencia japonesa Jica, en su estudio del año 1993, la calidad del agua del río Choqueyapu muestra características de aguas residuales. El resultado es un cuerpo de agua híbrido, artificial/natural, que plantea la pregunta si es que contamos con un río contaminado o una alcantarilla (semi)abierta.  

En la actualidad los cursos de agua en el valle de La Paz actúan de acuerdo a su altitud; la sección más alta está definida por la recolección y el tratamiento del agua, la sección media, en la cual se encuentra el asentamiento urbano, está dada por el consumo y por la evacuación del agua, en la parte baja el uso principal es la irrigación de campos de cultivo. El curso de las aguas a nivel de territorio no es considerado en sus diferentes usos, el problema más evidente es la irrigación de campos de cultivo en la sección baja, cosechas que son irrigadas con agua contaminada y luego consumidas en los mercados de la ciudad con consecuencias reales para la salud pública.[10]

Representación gráfica del actual sistema y flujos de agua  en la ciudad de La Paz. (Fuente: Manuel Aliaga 2015)

El actual sistema de producción y consumo de agua, es el resultado de un sistema de acumulación de obras de infraestructura hidráulica que funcionan de forma aislada y que presentan problemas localizados de difícil solución, sobre todo si se mantiene el principio enraizado de implementación de una único dispositivo, de gran costo, capaz de solucionarlo todo de una vez y por todas. En este sistema, que tampoco ha sido actualizado ni adaptado al cambio climático y al crecimiento urbano, resulta ajeno y vulnerable frente a las nuevas condicionantes.

En la actualidad se cuentan con cinco reservas de agua, que nacen como lagunas naturales artificialmente agrandadas, para la recolección de lo que en principio era una fuente de deshiele. Estas reservas dependen en la actualidad mucho más de precipitaciones de lluvia que de su fuente inicial, porque las capas glaciares se han reducido drásticamente, en lo que se conoce como pérdida de glaciares tropicales[11].

El agua de las reservas es enviada a tres plantas de tratamiento alrededor de la ciudad, para su potabilización y consumo. Las plantas de tratamiento cuentan con una red de distribución del agua potable para el consumo en las viviendas e industrias. Una vez consumidas, estas aguas servidas son vertidas mediante el sistema de alcantarillado a los ríos y riachuelos de la cuenca del valle de La Paz, así mismo, las aguas de lluvia y el flujo natural de los ríos y riachuelos se suman a este sistema centralizado de descarga de agua que no tiene distinción alguna. Las aguas de origen industrial tampoco reciben tratamiento alguno y son vertidas directamente al río.

La saturación de los canales en época de lluvia provoca filtraciones que resultan en deslizamientos en las áreas de mayor pendiente, mientras que en las áreas de lechos de ríos y en donde se juntan tributarios, las infraestructuras y canales presentan rebalses y rápido desgaste debido a la velocidad y fuerza de mayores volúmenes de agua contenidos en poco espacio y en descenso rápido.La parte baja del Valle, en donde se encuentran los campos de cultivo, es un área que se encuentra especialmente bajo presión. Esta área que mantenía un ciclo interesante de retorno de los cultivos hacia la ciudad, y que funcionaba bajo el sistema natural de auto-purificación del río por encontrarse a una mayor distancia de la ciudad, previo crecimiento esporádico, hoy en día, adicionalmente a la contaminación, es susceptible a inundaciones durante el período de lluvias.  


Frente al actual sistema, el propuesto busca idealmente cerrar ciclos y adaptarse a las nuevas condiciones marcadas por el cambio climático y por un crecimiento urbano sostenido en la ocupación irregular[12]. Este sistema busca almacenar, retener y filtrar agua de lluvia, separar las aguas grises de las aguas negras, redirigir los cursos de agua natural (que no son aprovechados) y que rápidamente son contaminados por la expansión urbana. Implementar tratamiento modular de agua residual e industrial dentro de un esquema descentralizado. Busca en definitiva, estrategias que permitan cerrar ciclos de aprovechamiento óptimo. Se ha visto necesario efectuar algún tipo de tratamiento de las aguas servidas con especial énfasis en las áreas industriales, las cuales pueden beneficiarse a su vez si se consigue recuperar materiales o energía para sí mismas. Por otro lado se propone una separación de los cursos de agua según su calidad, teniendo como principal objetivo (re)crear una red para las aguas de lluvia, las aguas grises y las aguas de tributarios que aún no se mezclan con aguas contaminadas, como una red alternativa, no sólo para descomprimir los canales centrales, sino para desacelerar y retener un volumen de agua significativo en la periferia, que bien podría ser reutilizada. En el transcurso de los ríos más importantes, es necesario restaurar ciertos espacios para la desaceleración del agua y su descontaminación, esto se puede lograr a través de pozos modulares que imiten procesos naturales de remediación, como lagunas de fitorremediación. Finalmente es necesario pensar en estrategias oportunas para los asentamientos urbanos y ocupaciones irregulares del suelo, con el fin de evitar incipientes conexiones de desagüe, sobretodo de aguas negras, a los riachuelos y quebradas. La dotación de baños secos, pero también la recuperación de prácticas vernaculares del uso y reciclaje del agua (como la recolección del agua de lluvia) de forma individual y colectiva, son alternativas que resultan interesantes para el tipo de crecimiento urbano por ocupación.          



Representación gráfica del sistema propuesto y de los nuevos flujos y ciclos de agua para la ciudad de La Paz (Fuente: Manuel Aliaga 2015)


La ciudad de La Paz es, históricamente una ciudad construida alrededor del agua. La expansión del tejido urbano tiene su origen al borde de las llanuras demarcadas por los ríos y riachuelos que la surcan; luego, al crecer, va colonizando, progresiva o aceleradamente, los valles y las pendientes que la rodean. En ocasiones encuentra otra extensión en mesetas, que rápidamente saturan el suelo habitable, pero dejan respiros y vacíos, espacios abiertos y ocultos que se pasan por alto, pero que esperan a ser revalorizados.

La alta densidad, la incipiente verticalidad, la plataforma de la sofisticada infraestructura moderna, la todavía atinada escala de la ciudad (la escala humana no se subordina al automóvil) y el tejido urbano compacto, no están dados por un diseño urbano consiente, están guiados permanentemente por el pulso que marca el paisaje. Casi todas las cualidades de la ciudad de La Paz, de las que innumerables fotografías dan fe, están determinadas por su relieve, su topografía y su hidrología, o por las posibilidades que el entorno natural inspira. Mientras atribuimos los problemas de la ciudad de La Paz a su soberbio paisaje, nos atribuimos con ligereza y orgullo sus mejores cualidades y maravillas, siendo paradójicamente en realidad, todo lo contrario. 

Referencias

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[1] El Alto al constituirse administrativamente en otra ciudad en 1984 beneficia a la ciudad de La Paz. Un ejemplo de ello es que la población en situación de pobreza en La Paz es de 14,3%, mientras en El Alto es de 36,0% según Censo 2012.
[2] El Gobierno Autónomo de la ciudad de La Paz, asume en 2017, las centralidades urbanas como modelo de crecimiento. 
[3] La fundación New7Wonders, concluyó en 2014 que las ciudades de Doha, Beirut, Kuala Lumpur, Habana, La Paz, Vigan y Durban habían sido las ganadoras del concurso.
[4] Auditoría Ambiental Contraloría General del Estado 2013.
[5] Plan Maestro Metropolitano de Agua potable y Saneamiento 2012. 
[6] Dirección Especial de Gestión Integral de Riesgos DEGIR 2014.
[7] Organización Mundial Meteorológica, 1994.
[8] Fernandez Katherine 2012.
[9] Medinaceli Ximena 2000.
[10] Estudio de la Contraloría Nacional Boliviana 2013.
[11] Ramírez Edson 2008.
[12] Nataly Viviana Vargas Gamboa 2014


viernes, 8 de enero de 2016


La ciudad obsoleta: la ortogonalidad, la ortolugaridad y la arquitectura-infraestructura.


                                                                                                                                                                

“Si, ya lo sé, ustedes no saben de qué estoy hablando porque hace ya tiempo que desapareció la belleza. Desapareció bajo la superficie del ruido- el ruido de las palabras, el ruido de la música, el ruido de las letras [y el ruido de las imágenes] -en el que vivimos constantemente". [1]


La ortogonalidad es un recurso, en donde se utiliza el ángulo recto como principio generador y organizador de expresión, forma y espacio. Éste es ampliamente utilizado en la arquitectura y en otros campos del diseño desde la antigüedad. En general la ortogonalidad detrás de su aparente sencillez en su lenguaje intenta proponer una arquitectura más sensata, fundamental y duradera. En síntesis la ortogonalidad, en su aparente sencillez, es de difícil dominio pues tiene una vocación intrínseca contra lo obsoleto. En abierta oposición a la atracción de interesante recurso, este artículo intenta reflexionar sobre un tema mucho más ingrato y sin embargo más sustancioso y urgente; la última transformación de lugares de la ciudad de La Paz. De alguna u otra manera se pueden catalogar ya, como lugares obsoletos. Esta transformación se hace necesaria, para permitirnos armar un marco referencial sobre la atemorizante visión de ciudad que se viene perfilando en los próximos años.

Recientemente me topé con un blog denominado “La paz urbanismo, el Urbanismo Boliviano hacia una ciencia integral” http://lapazurbanismo.blogspot.be/ncr y mi primer cuestionamiento fue si efectivamente el título era apropiado; ¿Existe urbanismo en La Paz? ¿Es el urbanismo es una ciencia integral? La respuesta en ambos casos es no. Existen algunos momentos de urbanismo [Miraflores 1927, Villa Dolores 1942, El Alto 1950] que casi inmediatamente pierden su carácter categórico debido al rápido crecimiento. Pero fundamentalmente porque “urbanismo” fue un término básicamente acuñado desde la modernidad y para la emergente sociedad y forma de vida industrializada, desde entonces éste se ha venido reformando y ampliando según el enfoque y los objetivos del resultado. El urbanismo como (multi)disciplina especializada tiene algo más de un siglo de vida desde su reconocimiento como objeto de estudio y acción [hablar del diseño urbano en la historia de La Paz es diferente] y el término hace franca referencia a una práctica racionalista ya en desuso. Un mejor término para las intervenciones urbanas para contextos en desarrollo, o dicho de otra forma; el nombre más adecuado para el diseño urbano en sociedades de modernidades periféricas o múltiples (como la nuestra), es la planificación de los asentamientos humanos. Este conlleva una vocación más amplia que además de incluir elementos contextuales específicos de diseño intenta revertir elementos no específicos del contexto: exclusión social, pobreza, crecimiento acelerado e insostenible.

Por otro lado el urbanismo tampoco es una ciencia, es verdad que intentó constituirse como tal a principios del siglo XX (al igual que otras áreas de estudio que se autodenominaron científicas), al concebir las ciudades como maquinarias de la vida cotidiana. En donde el correcto funcionamiento de las actividades y usos son definidas desde una racionalidad hermética, siguiendo paradigmas del movimiento moderno que devienen del campo de la Arquitectura. Finalmente el urbanismo como ciencia aplicada fracasó dando pie a un complejo campo multidisciplinar en donde otras áreas como la economía, ecología, sociología, antropología, la ingeniería, y otras disciplinas tienen algo que decir y que aportar. Sin embargo no pretendo elaborar sobre el inadecuado uso de los términos; mi principal punto yace en evidenciar la dificultad en la construcción de marcos críticos referenciales y confiables de actualidad. Así esta confusión generalizada respecto del término, por si misma ya problemática, se descontrola totalmente en sus interpretaciones en las redes sociales y el internet.

A raíz del nebuloso campo de los asentamientos humanos [d´Auria, De Meulder, Shannon 2010] y del actual enfrascamiento al momento de leer correctamente nuestro medio urbano, resulta aún más difícil evaluar críticamente las últimas transformaciones de éste, reflexionar sobre los desafíos pendientes y urgentes de nuestras ciudades y repensar la forma en que se ha venido interviniendo nuestra urbe más allá del berrinche político y del nombre con el que se quiera denominar a esta última transformación.

Para esto es importante resaltar el periodo de intensa intervención en la ciudad como el que hemos vivido en los últimos 15 años, y es que la ciudad de La Paz ha cambiado mucho en este tiempo. Mientras los aciertos deberían hablar por sí mismos en una sociedad con un claro sentido histórico y se deberían consolidar a través del tiempo de forma colectiva, es muy difícil encontrar consensos en la actualidad; en donde la memoria, el sentido común y la pericia del campo se encuentran siempre contaminados según la coyuntura política. Cada período significa empezar de cero; en este ciclo contínuo de negar el pasado para volver a construir en un laberinto de de-constructivismo ideológico nos encontramos ante la inminente pérdida del valor sustancial, el rumbo y como consecuencia el desinterés colectivo. En este desalentador paisaje, queda reflexionar sobre las lecciones aprendidas y los lugares obsoletos que deberían ser más fáciles de identificar en un corto plazo.

Si añadimos esta polarización política natural del habitante (que se traduce en agresión, egoísmo e intolerancia), frente a un escenario naturalmente propicio para la confusión como lo es el campo de la planificación urbana, tenemos como resultado un revoltijo de ideas en donde a menudo nos oponemos a las interesantes, ejecutamos las malas e ignoramos las urgentes.

Es en este contexto que el artículo al revisar la historia de las malas intervenciones pretende elaborar guías de una narrativa crítica de los elementos y condiciones en donde estos se generan y en donde la arquitectura-infraestructura marca amenazante, el guión de este ciclo. En este sentido el punto de partida nace en aceptar que en la ciudad de La Paz existe una colección de ortolugares que merecen la pena revisar.


El nuevo mercado Lanza y alrededores




Superando el romanticismo que implica recordar algún verso sobre un personaje paceño sentado en la cabeza del Mariscal de Zepita, o cualquier otra anécdota, este lugar que ha venido siendo intervenido de mal en peor, es precisamente la ex plazuela de la Pérez Velasco.

En este lugar se intersectaban una serie de elementos que en sus disparidades encontraban una imagen más coherente de la que tenemos en la actualidad: la parroquia de San Francisco con su ya recortado atrio, se extendía en un corredor de vendedores informales establecidos a través de la ex plazuela Pérez Velasco (de la cual no queda ya ningún indicio) y conectaba con el Mercado Lanza para extenderse por la calle Evaristo Valle. Si bien el conjunto de espacios públicos que se conectaban en este punto no eran precisamente los más afines, eran exactamente aquello: un conjunto de espacios más o menos definidos que actuaban como una sola (caótica) centralidad lineal; una condición muy importante de nuestra ciudad. En la actualidad la centralidad del espacio público se encuentra asfixiada y ha dado lugar a burbujas de espacio público aisladas que interactúan con dificultad y sin ningún sentido de orientación cortadas abruptamente por muros, avenidas o defensas. Se han creado pasillos insoportables al lado de las pesadas obras de infraestructura.

Más allá de que antes existía, sobre este espacio, una apropiación natural de cuanto actor social se pueda estudiar en nuestro contexto, hablamos esencialmente de un lugar que ha servido por siglos como plataforma central en la configuración urbana. Históricamente la ciudad colonial y la ciudad indígena se rozaban en este punto; tampoco era coincidencia pues este lugar tiene su origen como una amplia ribera producto de la sedimentación natural del río Choqueyapu. Era en otras palabras: el lugar al otro lado del puente, en donde se gestaban los primeros espacios de intercambio. Este lugar marcaba la entrada de la ciudad y siempre ha sido una referencia de orientación en la ciudad; separa y une simultáneamente innumerables acontecimientos a su alrededor, y es sin duda el lugar más importante de la ciudad por encima de la planificada plaza de armas del alarife Gutiérrez Paniagua.

Por otro lado la necesidad de hacer gestión política a partir de la infraestructura, el hormigón y la monumentalidad, que en mentes propensas y sugestivas como los que habitamos esta ciudad, nos lleva a pensar erróneamente, que alguna respuesta nos ofrecerá el campo de la arquitectura. Esta necesidad encuentra su paridad en el arquitecto tradicional que llevado por la ensoñación de poder practicar algo de arquitectura contemporánea, en un medio en donde el ejercicio de la Arquitectura ha sido relegado, se crea el ambiente propicio para la ortolugaridad. De este infortunado encuentro nace el pensamiento de poder resolver la complejidad de San Francisco, Asamblea Legislativa o Vivienda Social a partir del hormigón limpiamente renderizado. Esta obsesión la llamo arquitectura-infraestructura.

Bajo esta arraigada práctica descrita, un sinfín de espacios muy bien logrados se han perdido para siempre; el atrio de San Francisco y el Stadium Hernando Siles son sólo otro ejemplo doloroso. Y es que la economía del comercio informal y la complejidad de nuestro contexto, no pueden pensarse únicamente desde la imagen arquitectónica (el hormigón blanco de moda), o más precisamente desde la arquitectura-infraestructura.

Bajo esta arraigada práctica descrita, un sinfín de espacos muy bien logrados se han perdido para siempre; el atrio de San Francisco y el Stadium Hernando Siles son sólo otro ejemplo doloroso. Y es que la economía del comercio informal y la complejidad de nuestro contexto, no pueden pensarse únicamente desde la imagen arquitectónica (el hormigón blanco de moda), o más precisamente desde la arquitectura infraestructura.



El ex-garaje Romero



Sin intención de recrear algún posible episodio de René Bascopé Aspiazu en lo que fue el Conventillo del Garaje Romero ubicado entre las calles Murillo, General Gonzales, Pasaje Belzu y Almirante Grau [2], o añorar alguna La Paz oscura y bohemia, este segundo lugar nace de la abertura de un manzano para poner algo menos monstruoso que un megamercado hecho de hormigón y sin embargo más molestoso: una calle. Y no cualquier calle, es una calle transitoria; es decir es una calle concebida para pasar rápidamente en coche y que a pie nadie en su sano juicio lo haría.

Tal como Jane Jacobs romantiza el ambiente artístico y vívido de Nueva York en su libro The death and life of great American cities [3] para criticar los viaductos vehiculares instaurados por Robert Moses en 1964, los argumentos en contra de esta calle bien podrían apelar también al romanticismo saenziano. Sin embargo Jacobs hace observaciones más bien objetivas de la escala urbana: al favorecer el flujo motorizado sobre el desplazamiento peatonal, éste se desvanece. Adicionalmente Jacobs sostiene que los bloques de siete u ocho pisos proveen una acertada densidad y escala para dar sentido de lugar a un vecindario, más aún, es importante que las fachadas de los edificios se orienten hacia la calle. Naturalmente ninguna de las casas del ex-garaje Romero encaran la nueva calle como para “protegerla” con la mirada, como acertadamente observa Jacobs en su libro, esto resulta evidente si entendemos algo de la organización espacial interna de un manzano en un ex-conventillo.

En consecuencia la calle huele muy mal, es peligrosa, oscura y no es solamente porque las casas no están dispuestas en función del nuevo eje de vía, sino porque resulta que se encuentra entre un mercado, el centro y un laberinto habitado por artilleros; se ha creado un espacio que acentúa las condiciones desfavorables del lugar. Parece que quienes proyectaron la calle nunca se bajaron de su silla para recorrer el lugar; un proyecto en donde un planificador siguió pensando que hacer urbanismo es conectar calles, o peor todavía, algún consultor de tráfico vehicular calculó que el porcentaje, para hacer rampa y media, daba a la perfección.


La Avenida Roma y el nuevo campo ferial



No es casualidad que todos los excesos, malas costumbres y vicios de nuestra ciudad se concentren en un lugar tan apático en torno a la avenida Roma, tampoco es casualidad que estas malas costumbres tiendan a reproducirse: cinco carriles para automóvil en una orilla, cuatro en el otro extremo, una fractura tan imponente que olvidamos que en medio se encuentra quizás el peor crimen de la ciudad: el haber convertido un río en alcantarilla abierta. Mirando hacia arriba a las montañas, como remate en el paisaje se instala en lo alto de una cumbre de un condominio cerrado, una torre residencial que intenta competir inútilmente con el conjunto de cerros de la muela del diablo, y más recientemente el nuevo campo ferial que con su pesado emplazamiento pretende alcanzar la monumentalidad del Illimani y de ser tan “grande como La Paz”.

Semejante aseveración habla de lo fácil e ingenuamente impresionables que somos los paceños: si admiramos una montaña ¿por qué no admiraríamos un bodoque de hormigón con superafiches? Más al contrario este tipo de imágenes no se nos imponen, provienen de nosotros; nosotros las imaginamos y las pedimos. Ésta es precisamente otra circunstancia de la ortolugaridad: la negación de un espacio y de sus condiciones y valores pre-existentes que se presta a la superposición de cualquier otra imagen a menudo más forzada y ajena. El emplazamiento y construcción de este pesado volumen confirma nuestra tozuda convicción de que dominamos la Arquitectura, y que nuestra arquitectura domina el paisaje, por lo tanto el resultado es una atrevida afirmación de que sabemos y podemos dominar nuestro contexto construido y no construido. 




Otro ejemplo más reciente de que las malas prácticas de los ortolugares se repiten, es la recientemente inaugurada calle de acceso a Irpavi que reproduce el desalentador paisaje de la avenida Roma; otro lecho de río (otro lamento en este espacio) utilizado para lo que mejor sabemos hacer: calles. Sin olvidar que las avenidas en la ciudad de La Paz ocupan un lugar cuestionable, me sorprende con cuanta facilidad sucumbimos ante la promesa de un simpático asfalto, que ha recortado el espacio de una gran oportunidad; sino de recuperar un tramo del río Irpavi; por lo menos de mantener un valle de río sin construir.

Nuestra infraestructura arquitectura es tan enérgica en su expresión, dimensión y discurso que termina provocando pudor por su determinación (verdadero motivo de las fotografías en blanco y negro). Esta es la imagen que gobierna en nuestras endebles mentes que, corrompidas por la idea de que El Progreso se pasó por alto nuestra región, ahora es tiempo de revertir esta fatalidad. Esta idea cala más profundo en quienes ven con tanta admiración y sin perspectiva crítica los skylines de ciudades del exterior.                            

En la cabeza de muchos resuenan con entusiasmo palabras intensas, fuertes, determinadas que intentan proyectar imágenes tan definidas como atemorizantes: parques industriales, viviendas de alta densidad, torres residenciales, puentes, parques viales, avenidas de alta velocidad, campos feriales, etc. 

La mayor parte de los peores lugares que se nos ha dejado en la ciudad, son producto de acciones enérgicas llevadas por la idealización de imágenes en extremo utópicas del futuro, olvidando el presente, la realidad, el terreno, el paisaje. Estos lugares en donde la arquitectura infraestructura pretende resolver más que un espacio, ésta quiere revertir todos los problemas, históricos, sociales y políticos. Al contrario de la arquitectura monumental que no tiene más propósito que mostrarse abiertamente como heroica, por lo tanto carece de función; la arquitectura-infraestructura pretende salvar el mundo desde su función e imagen, es reivindicadora por naturaleza; y aspira secretamente ser monumental.

En esta ambiciosa empresa se terminan olvidando las condiciones específicas del paisaje, las oportunidades reales de cada contexto temporal y espacial, el sonido del silencio que yace debajo del ruido de tales imágenes fuertes. Hoy, más que nunca, vivimos un momento de incertidumbre, en donde las intervenciones urbanas deben alejarse de acciones definitivas, emotivas y monumentales, y deben orientarse más bien hacia un urbanismo menos obsoleto más reversible, flexible, sostenible. “… today uncertainty has become a rock-solid reality; un-reinforced concrete can be the best adapted laboratory for experimenting with a vaster architecture – a swarm of sensorial input, services and products.” [4]

El resultado de una implementación sistemática de arquitectura infraestructura es parte causante de muchos de los espacios más despreciables de la ciudad. Frente a un escenario en donde nadie se escucha y el ruido de una imagen gritando más fuerte que la otra, las siguientes líneas son sólo un susurro más. Aunque pueda sonar a cacofonía cabe resaltar que llamar a las cosas por su nombre resulta menos fachoso que ponerle perfume a una calle hedionda, que disfrazar monstruos de hormigón con gigantografías del Illimani o Viviendas con murales de Mamani Mamani, los ortolugares son precisamente aquellos lugares que no pueden ocultar su condición: son lugares del orto.




[1] Mann Thomas, citado por Kundera Milan, El libro de la risa y el olvido. Paris Francia: Biblioteca Breve, 1982.
[2] Me paso el trabajo de nombrar las calles aledañas porque no encuentro por ningún lado el nombre oficial de esta calle.
[3] Jacobs Jane, The Death and Life of Great American Cities. New York US: Random House, 1961.
[4] Branzi Andrea, Weak and Diffuse Modernity: The World of Projects at the beginning of the 21st Century. Milan Italia:         Skira, 2006.
        

sábado, 28 de febrero de 2015

A propósito del diseño gráfico y la arquitectura

“Todos los ejemplos están muy bien estetizados, en donde la vida de perros y artilleros parece envidiable.”(del autor)

Otra diferencia entre el diseño gráfico y la arquitectura, se hace legible en los fundamentos para la investigación, que asume en la actualidad, cada campo.  Mientras el primero, excitado por su popularidad y sorpresiva utilidad, no se convence de entrar de lleno a la investigación, reflexión y debate (porque se considera que aún no es de su competencia), el segundo ha entrado en una crisis epistemológica de no saber qué enseñar, de la cual no encuentra una salida. Esto se da fundamentalmente porque el diseño gráfico aún no termina de explorar sus aparentes e infinitas implementaciones y porque la arquitectura no ha superado el paradigma científico y epistemológico tradicional del movimiento moderno, pero en esencia desde mi punto de vista, por la progresiva pérdida de la literatura en el área del diseño.
Ante los nuevos problemas y contenidos referentes a la arquitectura, al diseño y a la ciudad, estas disciplinas no encuentran una apropiada asimilación. En todo caso la peligrosa solución que se está aproximando a estos dos panoramas poco prometedores, ha sido el abusivo uso de la imagen y la estética, entendidas bajo el concepto anestésico de Neil Leach (1999). En donde el diseño gráfico sirve para adormecer una arquitectura vacua y donde se incorpora una torpe “arquitecturización” al universo del diseño gráfico, producto del mismo efecto.

“Es el principio de la fantasmagoría, el bombardeo sensitivo de tecno-estética, lo que ilustra el potencial de la estética para inducir a una forma de anestesia” [1]

Superposición de  “diseño gráfico” a la arquitectura
Edificio Priscila: Avenida Arce La Paz
Fuente: Manuel Aliaga Martinez
“Arquitecturización” del diseño gráfico
La casa cartel: Concurso de vivienda en una valla publicitaria
Fuente. //google+search?billboard+box



Esta perspectiva atañe fundamentalmente a que en la última década la arquitectura a cedido gran parte de su contenido a la imagen, esto ha traído como consecuencia que los edificios se conviertan en un soporte más de la estética adormecedora que, a partir de tipografías, colores, movimiento, logos, texturas y fotografías, pretende ocultar el vacío de su significación .
Simone Giostra & Partners: El muro de Led-Green pix led wall, 
Xicui entertainment complex, 2008 Beijing,
Fuente: greenpix blog
Esta nueva tendencia es la responsable de que en la actualidad se refiera a la tarea de la arquitectura y diseño como la ocupación “de que se vea bien” eludiendo una responsabilidad mayor . En otras palabras el espacio se ha subordinado, tanto a la imagen exterior (fachadas) como a la imagen interior (decoración de interiores) como un hecho completamente secundario e irrelevante. Adicionalmente el impacto que provoca una imagen arquitectónica (un fotomontaje o un render), hoy en día es valorada en mayor proporción, que su verdadero contenido, concreción, proceso o significado. Producto de ello es que la arquitectura se vaya convirtiendo cada vez más técnica –en el sentido de aprender los recursos técnico estéticos y los tutoriales de internet– y  menos reflexiva.  

De distinta manera la evolución del diseño gráfico ha saturado sus posibilidades en dos dimensiones y ha llegado a incorporar el soporte –arquitectura- dentro de su universo. El diseño gráfico después de potenciar la segunda dimensión al máximo, ya empieza a explorar el lenguaje de la tercera dimensión, con los problemas que ésta contiene: tectónica, uso, estructura, forma, espacio,etc. Estos son asimilados, sin embargo como materia periférica y complementaria, dejando de lado su verdadera importancia y trascendencia. Es muy difícil encontrar ejemplos en donde la arquitectura y el diseño gráfico dialoguen en completa armonía, el avasallamiento de la imagen entorpece a ambos. Esta situación se traslada al campo profesional y académico en donde la necedad y el sesgo, las ponen a combatir, como si la aniquilación de alguna disipara los conflictos al interior de la otra. Se pone en evidencia el problema actual para sobrellevar y asumir los nuevos y más complejos retos del mundo globalizado.

Una posible causa del problema se encuentra en la progresiva pérdida del lenguaje escrito y lenguajes alternativos de reflexión, que permiten el constante intercambio y continua retroalimentación, lenguajes que superen el embobamiento de la imagen y la estética, que en esencia se encuentran en investigaciones, ensayos, artículos, discursos, espacios de debates, etc.

El dirigir esfuerzos casi exclusivamente a contenidos tan inmediatos como el lenguaje de la imagen, trae consigo por un lado la pérdida del significado objetivo, y por otro, la progresiva pérdida del lenguaje de la escritura. La escritura ha sido la mejor herramienta de transmisión y búsqueda de conocimiento a lo largo de la historia y va quedando en la actualidad completamente ignorada frente al cómodo lenguaje visual.
Este fenómeno es absolutamente legible en las facultades de arquitectura y diseño gráfico en donde los estudiantes se pelean por la competencia disciplinar del lenguaje visual (ninguno se pelea por el lenguaje escrito, menos por sus facultades investigativas o reflexivas). Tras la constante pérdida de la literatura el resultado es el progresivo aislamiento de las especialidades (no sólo arquitectura y diseño gráfico) que contradictoriamente pierden herramientas comunicativas, investigativas, reflexivas y esenciales del lenguaje escrito para poder interactuar de forma multidisciplinar.

Este aspecto es fundamental en el complejo desarrollo contemporáneo (y poscontemporáneo), donde al parecer todo campo se relaciona con todo, se habla ya de trans-disciplinas (disciplinas estructurales pero dinámicas y cambiantes), y no de campos exclusivos, como parte de la modernidad que tanto nos cuesta digerir.
Un estudioso del mundo postmoderno, postpolítico y postideológico, bajo estas mismas denominaciones, es Slavoj Zizek el filósofo esloveno alguna vez llegado a nuestra capital, quien sostiene que “el nuestro es un tiempo permisivo, en el cual, las instituciones dominantes han expropiado todo, hasta las transgresiones, ante la vista y paciencia de todos”. [2]  La respuesta a este fenómeno, según él, tiene nociones lacanianas: “ante la amenaza de la pérdida de un legado cultural y el duelo que ello implica,  se opta por conservar una vinculación melancólica a sus raíces perdidas”. [3] En otras palabras todas estas expropiaciones ocasionadas por estas instituciones dominantes -la imagen y la estética entre ellas-, tienen dos caminos a seguir según Zizek bajo la teoría de Lacan: optar por el duelo y resignación que conlleva estas pérdidas; o mantener un vínculo melancólico hacia ellas.      

Esto trae también como consecuencia otro aspecto realmente preocupante en los estudiantes: el famoso “copypaste” normalmente plagiado de Internet, el “fenómeno wikipedia” y el “fenómeno facebook” que también son parte de esta otra espiral. Sin desmerecer sus respectivas virtudes de las cuales este mismo artículo se beneficia, el trabajo intelectual se ha visto afectado por la falta de revisión, verificación y contrastación de fuentes, sin mencionar los actos de vandalismo ideológico que en reiteradas veces (al igual que en la televisión) dañan la calidad de información, de la investigación o proyecto.

 Adicionalmente estos nuevos y efímeros lenguajes hacen que el receptor no pueda concentrarse en más de seis líneas (cuantos habrán desertado ya). Esto sucede debido a que el estudiante no tiene las herramientas para redactar un texto; lo que se traduce en una falta de estructuración de pensamiento, idea,  argumento, ejemplo y finalmente perspectiva crítica, tal vez en parte producto de la explosiva posmodernidad. En esta fase se comprueba la teoría de Neil Leach respecto de la imagen estética como efecto anestésico porque se observa un comportamiento confuso, mareado, hiperactivo en ocasiones, adormilado en otras,  en los proyectos y trabajos de facultades de diseño y arquitectura. La espiral descendente de la televisión e información se repite con el Internet en el ámbito académico. Parece que la saturación de la imagen tiene ineludiblemente un efecto narcótico.

La saturación de la imagen estética y la progresiva pérdida del lenguaje escrito, o en todo caso la pérdida de espacios de reflexión son el problema fundamental que aqueja a estos dos campos, pero que se encuentran en diferentes condiciones.

La investigación teórica referida exclusivamente al campo del diseño gráfico aún es muy reducida (diferente sería si la vocación académica denominara a sus carreras de diseño gráfico como carrera de artes visuales)  y las generaciones de esta educación tecnócrata, han sabido responder muy bien al mercado pero pocos han sabido aportar al campo de la investigación o al arte. Fundamentalmente debido a la vocación académica mercantilista y tecnicista de las carreras de diseño gráfico que valoran la creación gráfica y su potencial inserción al mercado como único referente; creaciones carentes de referencias teóricas producto del incansable uso del lenguaje visual y de la imagen-estética-anestésica.
Debido a esta falencia se ha hecho el experimento de conformar carreras integrales de diseño gráfico que procuren aportar con investigaciones de grado. Sin embargo se hace difícil concebir metodologías y epistemologías propias, novedosas y lo suficientemente reflexivas (en donde la creación per se no sea considerada un aporte investigativo y en donde tampoco se utilicen metodologías científicas de otros campos).

Este es el mismo problema que sufre la arquitectura, pues aún no logra separar definitivamente el estudio de la arquitectura de la creación en sí misma, lo cual trae consigo problemas que se hacen evidentes al interior de las facultades y carreras que al no saber si orientarse hacia lo técnico, lo constructivo, lo teórico o a lo creativo,  se pierden (y caen) todas las ramas.

El ejemplo más decadente en la arquitectura es recurrir al mal llamado “concepto” para sustentar un proyecto. Bajo esta definición se han propuesto casas de perro, de corte francamente orgánico-hightech, bajo la idea de que la forma sigue el “concepto” de la oreja del perro. Otra: se hace un relevamiento de la piel de un artillero para proponer un museo de la muerte, en donde el espacio jerárquico es ver en vitrina el deceso de un alcoholizado.  Todos los ejemplos están muy bien estetizados, en donde la vida de perros y artilleros parece envidiable. 

La denominación de concepto, cual discurso de inspiración súbita, sirve en la actualidad para sustentar cualquier tipo de capricho formal, y para escudarse frente a la carencia de un argumento verdadero para ejercer el diseño (parecido al diseño de moda). La arquitectura y el diseño gráfico piden "permiso" al concepto para justificar su exsistencia. De esta manera el concepto de la oreja de un perro se traduce literalmente en la forma de su arquitectura y programa (un hotel para canes), así mismo esta denominación permite, en la mayoría de los casos, inventarse actividades y usos completamente absurdos, a la que esta arquitectura responde formalmente y efcientemente. Se deja de lado cualquier otro principio detrás de un objeto concebido únicamente desde un falso sentido del diseño.  
Gemma Douglas: Propuesta para el Nuevo edificio de defensa del Reino Unido,
 utilizando bordados, tradición heráldica y flora como  "concepto";
12 Julio 2008,
Fuente: dezeen magazine blog


Parece conveniente revisar las estructuras epistemológicas tradicionales con las que se está evaluando y enseñando en las carreras de diseño. Es verdad que asumir la arquitectura y el diseño gráfico como artes aplicadas tiene también un alto grado de subjetividad y riesgo. Sin embargo, las metodologías científicas de investigación aplicadas hasta ahora en estos campos, también han fallado y nos han dejado ejemplos y situaciones incómodas como las mencionadas. 

La investigación en la arquitectura y también en el diseño gráfico, necesitan metodologías más flexibles, que la metodología positivista y cientificista de la modernidad, y valoraciones más confiables y menos subjetivas que las pos-modernas. En todo caso cualquiera de estas nutrida de mucha literatura: “Bajo el concepto de investigación cualitativa englobamos a toda una serie de tendencias en la investigación, cada una de ellas con sus  características diferenciales.  Estas investigaciones cualitativas se caracterizan por ser multimetódica y porque implican un enfoque interpretativo. ”[4]      

El qué y cómo se debe enseñar pienso debería estar referido a construcciones epistemológicas de cada campo, que en palabras sencillas son la filosofía de la ciencia de nuestros tiempos. La construcción de pensamiento, conocimiento y postura crítica y teórica con respecto de la ciencia impartida; es decir, la relación compleja entre los fundamentos filosóficos de un campo y los fundamentos científicos del mismo. Esta construcción ofrece mayor vigencia y adaptabilidad, cuando el paradigma de lo científico entra en crisis, y/o cuando la subjetividad cuestiona e impide toda práctica.
La imposibilidad de construcción de un marco estrictamente científico o estrictamente apreciativo en el diseño, genera la necesidad de construir un marco referencial al conocimiento en cada campo y tema, redefiniendo epistemologías constructivistas y sobretodo socio-constructivistas, que hacen hincapié en la ciencia en tanto que producción humana, estructurada por los hombres, para los hombres y en función de sus proyectos[5] propias del área del diseño.

En este sentido me convenzo de que la arquitectura y el diseño deben enfrentarse con nuevas construcciones epistemológicas. Para que les permita, por un lado, entender su filosofía (recuperando el ejercicio literario e investigativo) en función de su aplicación reflexiva, como lo reconoce cualquier arte aplicado, y no en función de una exacta y reconocible adaptabilidad de mercado. Por otro lado, una nueva construcción que permita tanto el ejercicio práctico como teórico en función de métodos flexibles y abiertos, superando el paradigma modernista y el estancamiento posmodernista.

Estamos frente un escenario dominado por la imagen, el mercadeo, el consumo, que ha llegado de forma profunda a la educación superior, los innumerables institutos técnicos y de especialidades son el resultado de esta epidemia; y la pérdida crónica de la literatura en universidades es la agonía final. Por otro lado, se pude resumir que la investigación en arquitectura y diseño gráfico, concebidas como artes aplicadas, se debe consolidar  bajo un método interpretativo, flexible y multimetódico, en donde la constante creación encuentre fundamentos para reencontrarse inevitablemente con el conocimiento y reflexión como alternativa al uso indiscriminado de la imagen. Lastimosamente se tiene poca conciencia de esta alternativa, que bien podría ser muy útil en las áreas del diseño, por otro lado la constante pérdida de la literatura en la actualidad causa en algunos duelo, y acaso en otros como quien escribe estas líneas: melancolía. 



[1] Leach Neil, La an-estética de la arquitectura, Cambridge-EE.UU, 1999, editorial Gustavo Gili.
[2] Aquím Chavez Rosario, “Slavoj Zizek: homosexualidad y etnicidad” La Época, semanario del domingo 20 al sábado 26 de marzo de 2011, La Paz-Bolivia.                                                     
[3]  Ibídem
[4] Huamán Miguel Angel, “Fundamentos de la investigación literaria”, Tesis Revista de la Unidad de Post Grado, de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de San Marcos, Lima-Perú, Nr. 1,2007.                                                                                           
[5] Huamán Miguel Angel, “Fundamentos de la investigación literaria”, Tesis Revista de la Unidad de Post Grado, de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de San Marcos, Lima-Perú, Nr. 1,2007.